Según el psicólogo George Kelly, cada individuo elabora una teoría o mapa para describir la realidad y situarse en el mundo. Las creencias e ideas constituyen un factor de estabilidad, pero fallan con frecuencia, porque la realidad cambia y solo podemos defendernos de creencias dogmáticas mediante el conocimiento racional. Ahora bien, ¿qué motivos o razones tenemos para creer en algo? ¿Cómo sabemos que nuestras creencias son verdaderas o falsas? Estas preguntas requieren una justificación racional de nuestras creencias.
Las creencias son ilusiones útiles que nos permiten manejar nuestras experiencias, pero una tarea esencial de los/las adolescentes es adquirir un sistema mental racional y abierto, no creencial y cerrado. La instalación racional en el mundo supone permanecer en un equilibrio inestable, que muchos interpretan como un signo de debilidad, cuando precisamente ahí radica su fortaleza.
El psicólogo Albert Ellis señala que hay modos inadaptados de construir el mundo, y las creencias irracionales que los mantienen son la causa de los sufrimientos de muchas personas. Ellis creó la terapia racional-emotiva (TRE) en 1962 y su objetivo era ayudar a las personas a pensar de forma más racional y abandonar pensamientos y creencias absurdos. Las creencias irracionales son las que conducen a pensamientos y sentimientos autoderrotistas. En cambio, un pensamiento racional no es absolutista o totalitario, sino coherente y verificable; produce emociones moderadas y nos ayuda a conseguir nuestros objetivos. Las ideas y creencias irracionales tienen estas características:
Producen emociones negativas intensas y duraderas.
Exageran las consecuencias negativas de un hecho o acontecimiento. Son pensamientos acompañados de palabras como «horrible», «espantoso» o «insoportable».
Reflejan obligaciones y demandas no realistas sobre uno mismo y los demás.
Son absolutistas y van acompañadas de palabras como todo («Todos son unos corruptos», nada («Nada tiene sentido») o nunca («Nunca cambiará este país»).
A Acontecimientos activadores
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B Creencias y pensamientos sobre A
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C Consecuencias emocionales y conductuales
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Ellis exponía el sistema A-B-C para demostrar a las personas que no son los hechos y acontecimientos de sus vidas (A) los que determinan las consecuencias emocionales (C), sino que estas derivan de sus pensamientos y creencias sobre los hechos (B). Enseñaba a cuestionar y debatir las creencias irracionales para adquirir nuevas ideas que permitieran a cada persona manejar su entorno social.
Para un adulto, es absolutamente necesario ser amado y aprobado por cada persona significativa de su comunidad.
Debo ser infaliblemente competente y perfecto en cualquier actividad que emprenda.
Las personas que no actúan como «deberían» son viles, malvadas e infames y tendrían que ser castigadas por su maldad.
Es terrible y catastrófico que las cosas no funcionen como a uno le gustaría.
Los eventos externos causan gran parte de la infelicidad humana y siento miedo y ansiedad ante cosas desconocidas, inciertas o peligrosas.
Es más fácil evitar que afrontar ciertas dificultades y responsabilidades en la vida.
Si algo me parece peligroso o amenazante, debo preocuparme y perturbarme por ello.
Mi pasado es importante y sigue determinando mis sentimientos y conductas presentes.
Debo depender de los demás y necesito a alguien más fuerte en quien confiar.
La felicidad aumenta con la inactividad, la pasividad y el ocio, «disfrutando de mí mismo» y sin comprometerme.
La calificación global que me doy a mí mismo como humano depende de la perfección de mis acciones y de la aprobación de los demás.
Albert Ellis: Razón y emoción en psicoterapia, Bilbao, Desclée de Brouwer, 2009.
Según A. Ellis, ¿la causa de los trastornos es la forma de pensar del individuo?
¿Cuándo las creencias se convierten en irracionales?
¿Cuál es la función del terapeuta?